El examen, la prueba definitiva está delante de tus ojos.
Es el momento de demostrar todo lo que has estudiado durante todo el curso (última semana) en un par de horas.
Ha costado llegar hasta ahí, sabes valorar el momento, lo que tienes delante y la importancia que tiene para poder pasar página.
Eso sí, también sabes valorar esos pequeños detalles que odias de esta época en la que las neuronas están más en llamas que la chica a la que cantaba Alicia Keys.
1. Poner en el apartado del nombre tu nombre y tus apellidos y luego darte cuenta que justo debajo tenías el sitio para los apellidos.
Pues empezamos bien, piensas.
2. "Hasta que yo no diga no le deis la vuelta al examen".
¿Qué esconde? ¿Las respuestas?
3. Quedarte con esta cara cuando llegas a la biblioteca y tu sitio está cogido.
¿Y desde dónde voy a mirar el Facebook ahora?
4. Que la gente que más ha estudiado sea la que diga "es que lo llevo fatal" cuando tu estás dando tu último (y primer) repaso.
¿Ah sí? ¿Te he preguntado?
5. Creer que el "yo es que lo he puesto con mis palabras" te servirá de algo, pero realmente sabes que no.
6. El HE aprobado. Me HAN suspendido.
7. Que el empollón de la clase te conteste que no te deja los apuntes dos días antes del examen. Con lo majo que tú eres.
8. La gente actualizando en Twitter los exámenes que llevan.
3/7
9. Cuando la gente pide una hoja de más durante el examen y tu aún te llegas por la mitad.
10. Acabar el examen el primero pero tener que esperar en tu asiento hasta que alguien lo entregue antes.
Y quedarte mirando a la pizarra interpretando tu mejor papel de "estoy pensando MUY FUERTE"
11. "Si copiáis os estáis engañando a vosotros mismos".
No, a nosotros no, a Bolonia.