Somos muchos los que por razones de estudios, trabajo, las dos o justamente poque decidimos que la vida de pueblo no es para nosotros cogimos las maletas, nos despedimos de nuestros seres queridos y nos plantamos en la gran ciudad. Acostumbrados a la vida tranquila, a que todos nos conocemos y a que en un momentito a pie, llegamos a la otra punta del pueblo.
Pero hay una serie de cosas que allí te enseñaron, que pensabas que en la gran ciudad te tomarían como una versión junior de Paco Martínez Soria, y que te van a ayudar a sobrevivir en la gran jungla de asfalto.
1. Casi todos nos sacamos el carné de conducir a los 18. Quien dice a los 18, dice a los 19 o muy cerca de tener la mayoría de edad, está claro que en la ciudad hay mucha mejor combinación de transporte público y bicis públicas. Pero ese carnet te abre muchas puertas, tantas como cuando te apuntaste a la autoescuela pensando en que el coche te abría las puertas hacia la autonomía del transporte en tu pueblo. Además, en el momento de que busques un trabajo, siempre podrás relucir en tu currículum que ya lo tienes.
2. Lo tuyo es andar. Has andado tanto, que si en la playa, en el campo, por la montaña, del pueblo vecino al tuyo o cuando has quedado con tus amigos en la otra punta del pueblo sin rechistar en ningún momento, que el Paseo de la Castellana o la Diagonal te parecen una pequeña travesía. Hay que admitir que hemos andado tanto que no nos importa y más cuando nos encontramos con las tarifas del abono transporte.
3. Tenemos un imán para encontrar todo lo barato. Nuestras salidas en nuestro dulce hogar suelen ser muy económicas, tanto que muchas veces con 10-15€ hacías la noche. Los precios de la gran ciudad te escandalizan y pagas la novatada en tus primeras incursiones nocturnas. No te preocupes, poco a poco gracias a redes sociales, conocidos y tus salidas exploratorias pronto irás viendo que no tienes la obligación de comer pasta con tomate toda la semana como producto de un despilfarro nocturno.
4. Nuestra inmunidad diplomática pueblerina. ¿Has metido la pata? ¡Tranqui! Siempre puedes decir “es que en mi pueblo decimos esto” o directamente aduces a que no estás acostumbrado a todo esto. A tus futuros amigos que están criados en la gran y maravillosa ciudad. Estas actitudes puede que de primeras les choque, pero luego, una vez te conocen les encanta conocer todas estas facetas e incluso puede que te envidien por tener tu pueblo y sus costumbre.
5. Eres un encanto para tus vecinos más mayores. Estás más que curtido con el trato a los ancianos, explicándoles de quien eres nieto, siempre has tenido un saludo y algunas palabrejas agradecidas para ellos (so pena de regañina familiar en caso de no haberlo hecho). Muchas veces cuando te encuentres a algún vecino en el ascensor, si tienes un par de gestos amables hacia ellos, los vas a tener en el bote sin ninguna duda. Ellos valoran mucho esa amabilidad que alguna vez has maldecido en el pueblo.
6. Sí, eres muy resolutivo. Posiblemente piensas que tanto estrés y un ritmo de vida mucho más elevado no están hechos para ti. Olvídate de eso y piensa en los marrones que te metiste con tus amigos, en el campo o en la montaña, esto no dista tanto de aquello. Por tanto demuestra tus dotes para resolver los problemas como lo hacías en casa!
7. Tu habilidad coctelera low cost. En las fiestas de tu pueblo (siempre las mejores del mundo), te hartabas a beber calimocho, vino blanco con soda, una agua de Valencia bien hecho o cualquier mezcla que aquí no conocen. Relacionado con el aspecto número 3, verás cómo triunfas con tus amigos con esas mezclas que sólo tú te has atrevido a probar en un universo donde los Gin Tonics están a la orden del día.
8. Hay mucho pueblerino en la gran ciudad. No te avergüences nunca de dónde eres, al revés, verás cómo pronto encontrarás a muchos como tú, con sus vivencias de su pueblo idénticas o muy parecidas, lo bueno es que verás como tenéis también las mismas vivencias en la ciudad, compartiendo muchas veces las mismas ideas.
9. Eres un relaciones públicas en potencia. Si no dejas atrás tu forma de ser, vas a ver como pronto haces amigos, tantos años de salir, ser amable y abierto hace que pronto hagas amigos. Es algo que aprendiste casi de pequeño y esa simpatía te va a ayudar a entablar amistades en la uni, el trabajo, de fiesta o en las situaciones más surrealistas posibles.
10. Siempre tendrás tu refugio cuando te hartes de la ciudad. Cuando no puedas más, tanto estrés te bloquee, tan fácil como coger el primer tren o bus y a desconectar, tienes la gran ventaja de tener un Locus amoenus para ti solito. Que la vida en la ciudad puede ser maravillosa eso ya lo sabes o lo descubrirás, pero unos días en casa disfrutando de tu familia y amigos, comiendo esos guisitos que sólo saben hacer tu madre y tu abuela, esos cubatillas con los amigos vienen bien para cargar las pilas y volver con más ganas de ciudad.
Todos llevamos algo de pueblerino dentro, aprovéchalo.