Si estas rozando la treintena o entrando de pleno en ella, esto te interesa. En la flor de la vida te dirán, los 30 son los nuevos 20 te explicarán, aún tienes toda la vida por delante te animarán. Pero tú sabes que eso ya no es totalmente cierto.
Sí, seguimos siendo jóvenes, pero ya no tanto, y hay una serie de indicios que demuestran que cada día te pareces más a tu madre. He aquí algunas de las pistas que te ayudarán a aceptar que estás madurando.
1.Las resacas son eternas.
Viernes, sábado, domingo, y ¿por qué no lunes, martes o jueves?. Cualquier día era ideal para salir, porque dormías 5 horas y te levantabas fresco como una rosa. Ahora la suma de fiesta más comida familiar al día siguiente es una ecuación imposible. "Salir de tranquis" es la opción preferida entre tus amigos, y también la tuya.
2. Se exageran las manías.
Posiblemente este sea una de las señales que más desapercibida pase para ti, pero no para el resto de la humanidad. Que sí acostarse pronto, ordenar las camisas por colores, tener todo totalmente planificado y organizado... el desorden y la improvisación son un Typical Spanish. Recuérdalo o acabarás como Jack Nicholson en mejor imposible.
3. Cocinitas.
Sorprendentemente, le estás cogiendo el gusto a eso de cocinar. Lejos de lo que creías, tu madre no tiene una pócima para que todo sepa bien, sino una receta que tú también puedes practicar, con peores resultados, obviamente. No hace falta que produzcas postres y cupcakes en cadena, recuerda que luego no tienes más remedio que comértelos todos tú.
4. Cuidarte más.
No sólo por mantenerte en forma, sino porque los años no pasan en balde y la gravedad de nuestros cuerpos empieza a pasar factura. Comes con las mismas ganas pero ya no lo quemas igual de rápido y el gimnasio es ya un objetivo obligatorio cada inicio de año. Pero recordad: con apuntarse no vale, hay que ir.
5. No estás a la última.
Puedes creer que eres el más moderno del mundo, pero ponte a hablar con un adolescente y verás que la mitad de las cosas de las que habla te suenan a chino. No sufras, es normal. Ellos nacieron a la vez que Google, la Play o Furby. Tienen años de ventaja.
6. Ahorras.
O lo intentas -aunque no quiere decir que lo consigas- porque siempre va bien tener un colchón económico "por si pasa algo". ¿Ves, no te das cuenta? Esa frase es de tu madre.
7. Te vuelves más casero.
Por más que nos intente engañar el anuncio de Actimel con esa adorable abuelita, si llueve da pereza salir a la calle, si hace frío también y si hace calor te esperas a las 8 de la noche. El sofá, la manta y las películas son tus nuevos compañeros del domingo tarde. No hablan mucho pero dan compañía.
8. Tu Facebook cambia contigo.
Hace pocos años las fotos de fiesta, los selfies y las parejas recién formabas inundaban tu muro de Facebook. Es difícil asumir que lo que más se repite ahora son bebés recién nacidos, bodas y, sobre todo, listas de The Idealist.
9. Piensas en formar una familia.
No os asustéis porque este síntoma sólo aparece en algunos sujetos, especialmente en los que viven en pareja ¿Cuántas veces te has sorprendido hablando de tu futuro hijo/a sin ni siquiera planteártelo? Siempre piensas que para eso queda mucho, pero ten en cuenta el reloj biológico, amigo, ya no te queda tanto tiempo.
10. Tiempos pasados fueron mejores.
Si muchas de tus conversaciones son para recordar grandes juergas, anécdotas o aventuras, y la mayoría de ellas fueron hace más de 10 años, piensa que no te diferencias demasiado de tu abuelo contando batallitas. Replantéatelo.