10 situaciones que te harán gritar “Tierra trágame” a la de ya

¿Cuántas veces hemos metido la pata hasta el fondo y un poquito más? La vida está llena de situaciones incómodas, todos las hemos padecido alguna vez. Es un instante de taquicardia y vergüenza que puede contigo. Lo pasas tan mal que ruegas al cielo que venga un OVNI y te rapte y a la vez rezas un: Tierra trágame y escúpeme en Punta Cana que allí no me conoce nadie. La vida sigue, pero qué bochorno pasajero.

1. Caigo con estilo. Los torpes como yo me entenderán. Acto multitudinario, resbalón y a besar el suelo. Primera cita, unas escaleras y destino: el suelo. ¿A mí? ¿Tenía que pasarme a mí? ¿Por qué me quiere tanto el suelo? Si no te has roto una pierna o tienes una brecha en la cabeza. Lo mejor es levantarte rapidito y reírte. Quieres desaparecer igual, pero con gracia.

2. No Money. Ojos en blanco. Has comprado como si no hubiera un mañana. Provisiones para los próximos doce meses. Y llegas a la caja y no llevas la cartera. Veinte personas en la cola, sudores fríos, la cajera te mira sin parpadear. Comodín del público, por favor. I need help. O versión llevar el dinero pero no el suficiente. Apartar los bienes que no son de primera necesidad mientras todos te observan a ti y a tu compra es muy, muy… Tierra trágame.

3. ¿Me habrá oído? ¿Tan pequeño es el mundo? ¿Justo tengo que criticar a la persona que hay detrás de mí? Por Dios, vivo en la tercera ciudad más grande de España. No puede ser verdad. Quiero tener ojos en la nuca y la boca más cerradita. Sí, claro que me ha oído. Sonríe. Yo todo lo arreglo sonriendo.

4. Maldito Whatsapp. Aquí no vale sonreír, ni siquiera poner el icono de la flamenca, buscas el de la pistola. Es lo que pasa cuando envías a un grupo de Whastapp, con quince personas, algo que solo debería leer una de ellas. La que he ‘liao’ pollito. Y qué pocas soluciones tiene el asunto. Tierra trágame. Muy divertidos algunos grupos.

5. Parentescos difíciles. Cada día es más difícil acertar y, claro, sueltas lo primero que te viene a la cabeza sin pensar. “Le he dicho a tu hijo que...” Respuesta: “No es mi hijo, es mi pareja.” Pues genial, oye, me parece genial, ole tú, pero qué mal he quedado yo. Hay múltiples versiones en esto de los parentescos. “No soy su abuela, soy su madre”. “No es mi padre, es mi marido. “No es mi novia, es mi hermana”. Esta última es la única buena del abanico de posibilidades.

6. Que no me lo cruce. Sales del portal y repites esa frase mentalmente una docena de veces. ¿Por qué? Porque has bajado un momento a comprar cualquier cosa y pareces la versión adulta de Punky Brewster. Mal arreglada no, peor. Unas pintas que no le deseas ni a tu peor enemiga. Y sí, te lo cruzas, porque así es el cosmos, la ley de la atracción o la ley de Murphy, pero las maldices todas.

7. ¿Nos conocemos de algo? Alguien te para por la calle y habla y habla, y te cuenta su vida y te pregunta por la tuya. Y ni puñetera idea de quién es, me suena pero ¿de qué? A veces he llegado a mi casa con dudas sobrecogedoras.

8. Mi vida en blanco. Hablar en público puede ser muy motivador, muy reconfortante, pero si te quedas en blanco, solo oyes un zumbido en tu cabeza, un cri-cri, cri-cri… Y acabas diciendo tonterías supinas como “el caloret”. Y hablando en serio, qué fatiguita paso cuando un periodista se queda en blanco en un directo; mira los folios, sube la mirada, la baja. Puff sé lo que es. Aquí sí gritas un “Tierra trágame” elevado a la máxima potencia.

9. ¡Mierda! Los baños públicos es lo que tienen. Que no tienen papel ni un cerrojo ni una puerta en condiciones. En estas situaciones echas de menos hasta una hoja de parra.

10. Declaración fallida. Ay qué penita. Todo mono él, que hinca la rodilla en el suelo delante de cientos de personas porque ha preparado la pedida de la novia a conciencia. Claro, está enamorado, pero ella no y, por desgracia, el joven atento y detallista se está enterando en ese crucial momento… Cri, cri. Cri, cri. Tierra trágame y a él también.