Lechosos del mundo, nosotros os comprendemos.
1. Te vas de vacaciones, vuelves superorgullosa de ti misma porque te has puesta más morena que nunca (la marca del bikini así lo demuestra) y lo primero que te preguntan los capullos de tus amigos nada más verte aparecer es "¿No te habías ido a la playa?" y te gustaría tener la mirada asesina de Lily en Como conocí a vuestra madre.
2. Reflectas. Sí, así tal cual lo digo. Te sacas fotos al sol y cuando las miras ves zonas de tu cuerpo de un blanco bombilla de instituto que es un tanto inquietante. Pero da igual, porque eres divina y sales perfecta en la fotografía.
3. Puedes ver tu cuerpo en la oscuridad. Estás durmiendo con la persiana bajada y todas las luces apagadas y, a pesar de ello, eres capaz de ver exactamente donde estan tus piernas y tus brazos.
4. Te quemas, mucho. Da exactamente lo mismo que estés en la playa, en la piscina, de cañas o comiendo dentro de un restaurante que te quemaras a través de la ventana.
5. La frase que más oyes a lo largo del verano es "Jo (insertar nombre aquí), que morena estás ¿no?"
6. Y el pensamiento que más se te pasa por la cabeza es "¿Quieres que te rompa los dientes?".
7. Odias a la gente que se pone morena. De hecho, odias ir a la playa o a cualquier sitio donde haya sol de vacaciones con ellos. Os pasais exactamente el mismo tiempo al maldito sol y ellos tienen un moreno ideal de anuncio y tu sigues ahí con tu blanco flexo, con tu rojo ferrari o, lo que es mejor, a franjas rojas y blancas pensando que cualquier día de estos te confunden con un jugador del Atleti.
9. Te mientes a ti mismo. Ves a gente morena por la calle y piensas "Pobres plebeyos, ellos trabajaban en el campo mientras yo tomaba té con mis amigas de la nobleza y claro... el karma me lo tenía que cobrar de alguna manera". Otra mentira muy común es la de "Estar moreno ya no se lleva".
10. Te da envidia la gente que se pone morena aunque morirías antes que reconocerlo.
11. Necesitas unas gafas de sol para vivir.
12. A pesar de que por un verano te gustaría ponerte negra, de que la gente te vacile y de que tus niveles de envidia y ganas de asesinar aumentan considerablemente por culpa de este hecho, te gusta el color de tu piel. Has acabado cogiendo cariño a ese blanco traslúcido que te forma, a los colores que te quedan bien, al olor del aftersun y los comentarios chistosos de todos los años porque no te pondrás morena pero derrochas gamour.