El despertador, ese martilleo incesante que no para hasta notar el tacto de nuestra mano. Ese chirrido agónico que nosotros mismos programamos. La crónica de un despertar anunciado.
1. ¿De verdad ya han pasado 6 horas? No te haces a la idea de que tus queridas seis horas de sueño se pasen tan sumamente rápida y las seis horas de clase se hagan eternas.
2. ¿Y si hoy no voy a la universidad?/ ¿Y si entro a la segunda clase? Suena tan bien y tan cómodo en tu cabeza, pero no lo harás, porque eres responsable. O sí.
3. Creo que el año que viene se podrían cambiar los horarios. ¿Por qué se entra a las 8.30 y no a las 9.00? Si es que los harios cuadrarían mucho más.
4. ¿Me cundirá el día de hoy en clase? A veces esto se vuelve más oscuro y te pones a pensar si te están cundiendo los casi 4 años que llevas de universidad. Ahí es cuando debes parar.
5. ¿Pasarán el parte de firmas? Ya no sólo es eso, sino que te preguntas por el motivo por el que a estas alturas de la vida controlan tus idas y venidas a clase...
6. ¡Quiero dormir, quiero dormir, quiero dormir! Y no habrá nada que más desees en este mundo. Puede que algunos queráis café.
7. Comienzas a planear la siesta que te vas a pegar cuando llegues a casa. La única duda que te planteas es si será pre o posalmuerzo.
Y todo esto lo piensas en una fracción de segundo... Si es que te da tiempo a hacerlo antes de volver a caer en las garras de Morfeo.