Lo sé, aún no es época de bodas, pero a mí ya me han llegado tres tarjetones y estoy hiperventilando. Vamos, que me están entrando los siete males, espasmos nerviosos, sudores fríos; porque sé que va a ocurrir lo siguiente… Qué pereza.
1. La cuenta corriente llora. Más que la novia. Y no de emoción. Me han dado el tarjetón y yo solo he visto el símbolo del euro, del dólar, de cualquier moneda. ¿Por qué os casáis? ¿No os podíais demostrar el amor de alguna manera en la que yo no tuviera que desembolsar dinero? ¿Mi presencia no es más que suficiente? Puff…
2. Vamos a contar mentiras. En una boda cada quince segundos se pronuncia una mentira. “¡Qué guapa vas!”, “¡Qué zapatos más bonitos!”, “¡Qué pasada de peinado!” Tarariquetevi. Eres un blanco fácil, te pongas lo que te pongas serás criticada. Y como vayas guapa de verdad, prepárate, amiga. Tú dientes, dientes… Malditas arpías.
3. Viajando a Narnia. No entiendo por qué se hace la ceremonia en un sitio y el convite en la otra punta del planeta. Yo una vez me dormí en el coche e incluso soñé. Cuando abrí los ojos aparecí en Narnia… Bonito convite aquel.
4. La mesa. Así, sin más. La mesa que te han adjudicado. Esto sí que es un drama. Personas desconocidas que te sonríen y te hablan de temas surrealistas e innecesarios. Menudo percal. Qué hago yo aquí. “¿Te gusta The Walking Dead?” Pues conversemos que no hay nada mejor que hacer.
5. Momento ramo. Bueno, bueno, un estrés entre las amigas de la novia. Yo he visto ramos que han fracturado amistades y cuellos. Todas mirando cómo la novia da vueltas por las mesas haciendo el moñas, seguida por un cañón de luz, seguida por el cámara. A mí este momento me fascina porque se crea un ambiente tenso. Y las caritas que ponen cuando no son las elegidas pero ellas muy dignas eh. Sí, soy muy mala.
6. Los regalos. A ver, parejita de enamorados inconscientes, ya que he atravesado medio país para llegar al convite, ya que no me habéis dado el ramo, ya que he hecho nuevas amistades por vuestra culpa, por lo menos regalarme algo útil, no una figurita de decoración, ¿para decorar el qué? Virgen Santa, qué cosas más feas me he llevado a casa.
7. Barra libre, photocall libre y bailes libres. Y es que al final todo el mundo va por libre. Incluso los novios, que han preparado la coreografía durante meses. Normal, bebes y te disfrazas o aguantar la broma se perfila como una misión imposible. Sí, en una boda los relojes se paran, el tiempo adquiere otra dimensión. ¿Aún es la una? Hay bodas más eternas que el campo de fútbol de Oliver y Benji.
Y las discusiones entre familiares, el reencuentro con aquel ex que no veías hace años (tú di que te va genial), el dolor de pies, de bolsillo, los “que se besen” (a mí me cortan el bocado), los borrachos que piensan que de una boda sale otra, las miradas que gritan envidias… Pero lo mejor de lo mejor es cuando se te acerca alguna abuelita entrañable, te coge del brazo y te pregunta: “¿Tú cuándo te casas, hija?” Y tragas saliva, arqueas las cejas y le contestas: pronto, señora, muy pronto.