1. ¡Mátame camión! Tu primer pensamiento nada más despertar es: ¡Oh Dios! ¿Por qué sigo con vida? ¿Qué es esto que me está matando? Luego te preguntas que de que va el sol saliendo esa mañana y ruegas a quien sea para que desaparezca, pero no lo hace. Te pasas todo el día con un dolor de cabeza agudo insufrible, como si te estuvieran metiendo clavos superfinos en el cráneo y, encima, no hay huevos a comer nada sólido, por si acaso. Lo peor de todo es que resto del mundo sigue funcionando como si tú no estuvieras a punto de morir.
2. Soy un crack. Te despiertas sin apenas resaca, cosa que es realmente increíble porque tienes recuerdo de dejar secas hasta las copas de los arboles y, encima y para colmo, te acuerdas de absolutamente todo lo que hiciste. Oh… Bueno… Eso es al menos lo que tú te crees porque cuando ves a tus amigos ellos comienzan a reírse y la cosa empieza no hacerte tanta gracia y ellos empiezan a hablar y dicen cosas como: Te acuerdas de ayer cuando…? Y de cuando…? Y lo que le dijiste a…?
Y, mientras tanto, en tu cerebro: ¡¡¡¿¿¿QUE HICE QUÉ???!!! ¡¡¡¿¿¿QUE HABLE CON QUIÉN??!!! ¡¡¡¿¿¿QUE LE DIJE QUÉ A QUIEN???!!!
Y deseas desaparecer de la forma más rápida y eficaz posible pero no sabes donde meterte, ni que decir y pasas de sentirte el amo del mundo a un pringado con aparatos y la cara llena de granos que está comenzando el instituto.
3. ¡Mierda! No me acuerdo de nada. Amaneces en la oscuridad de tu cuarto (si tienes suerte y no apareces en la de un completo desconocido) preguntándote quién eres, de dónde vienes, cómo has llegado hasta allí, qué hora es, qué día es y por qué estás vivo mientras buscas a tientas tu teléfono móvil. Una vez que lo encuentras, miras la hora, el día y consigues recordar más o menos como son tus rasgos faciales. Recuerdas que ayer saliste, bebiste (mucho) y te acuerdas de mas bien poco. Y ese es el momento en el que abres el grupo de Whatsapp de tus amigos y comienzas a leer y a hacer preguntas y ojalá no lo hubieras hecho jamás porque en tu ignorancia eras muchísimo más feliz.
4. Te acuerdas de todo y no tienes ni idea de cómo afrontarás tu vida a partir de ese momento. Estás en tu cama plácidamente dormido cuando, de repente, empiezan a venirte a la cabeza imágenes confusas de alguien borroso que lleva las pintas que tu llevabas anoche y te empieza a entrar el pánico y piensas ¡Oh no!¡Dime que no!¡Por favor no! Y entonces coges el teléfono aterrorizado para ver qué cuentan tus amigos y sí, efectivamente, la persona borrosa que llevaba las mismas pintas que tu anoche eras tú. Tú dándolo todo en mitad del bar, como si no hubiera mañana, y hay un corrillo, y un montón de gente que te conoce y sabe quién eres y a quienes tendrás que volver a mirar a la cara de una forma u otra.
5. No pienso comer nada en todo el día porque probablemente muera. Y así te pasa todo el día con un estómago que más que un estómago parece un coche del año de la patata a punto de arrancar pero claro ¿Qué vas a hacer? El olor a comida te da náuseas, ver comida te da náuseas, pensar en comer te da náuseas e incluso pensar en beber un maldito vaso de agua te da náuseas.
6. Mi cabeza va a estallar. Es el pensamiento que más pasa por tu cerebro en el día, sobre todo si no tienes ibuprofenos. Además, también te preguntas repetidas veces por qué hay un mundo entero existiendo más allá del calor de tus sábanas y la oscuridad de tu cuarto.
7. Resaca gratuita. Este tipo de resacas a mi, personalmente, me sienta fatal. Es esa resaca que tienes cuando apenas te has tomado tres cubatas y una cerveza, y no te creas que es leve y sútil porque no lo es y es injusta, muy injusta y crees morir pero no.
¿Cuál es tu favorita?