La lucha contra los obstáculos que Starbucks, Zara y la señora mayor del autobús nos ponen en el camino es real. Ya lo dijo John Green: “La existencia del brócoli no afecta en ningún modo al sabor del chocolate”.
1. Quemarte la lengua con el café. Ahora tendrás que estar una semana intentando averiguar si lo que acabas de meterte en la boca era un trozo de pechuga de pollo o la suela de un zapato.
2. Olvidar los auriculares en casa y darte cuenta cuando ya estás en el autobús. Te toca escuchar a la señora de delante explicarle a sufrida compañera de trayecto la receta de un ancestral potaje de garbanzos. O peor aún: para distraerte vas a tener que pensar en cosas. PENSAR EN COSAS.
3. Cuando te subes los pantalones tirando del enganche trasero del cinturón y, de repente, oyes el inconfundible sonido de la tela rasgándose.
4. Cuando recibes un SMS. Solo hay un tipo de sms que puede aparecer en tu carpeta de mensajes en 2015. El SMS de la desesperanza y la desesperación, de la incertidumbre y la desolación. El SMS de tu compañía telefónica informándote de que has alcanzado el límite de megas contratado. Y encima todavía quedan tres semanas para que se renueven.
5. La vuelta a los zapatos cerrados después del verano. Dos meses en chanclas y ahora hasta las Converse parecen querer ahogar a tus pies. Esas ampollas que se reproducen unas encima de otras y no te dejan en paz hasta finales de noviembre.
6. Un resfriado. Son los mosquitos del invierno: no aprecias lo realmente molestos que son hasta que no hay nadie más en la habitación y está todo en silencio. Es entonces cuando te arrastras hacia el borde del asiento, y, con la boca entreabierta y un pañuelo en la mano, intentas recordar cómo era la vida cuando el aire entraba por los dos orificios nasales de manera simultánea.
7. Cuando no tienes tiempo para repasarte las uñas y te ves obligada a pasearte por el mundo con unas manos que parecen haber estado escarbando la tierra en busca de tesoros milenarios. El rollito arqueológico mejor se lo dejamos a Harrison.
8. Darte cuenta de que el cubierto estaba sucio cuando ya lo tienes en la boca. Si tú te estás tomando una sopa, ¿qué era ese elemento sólido de singular textura que acabas de rozar con la lengua? UN CUCHILLO O UN VASO DE LEJÍA. NO QUIERO SEGUIR VIVIENDO. RÁPIDO.
9. Las newsletters. Esos correos que te llenan el buzón de entrada con descuentos ridículos y ofertas imposibles. “Si haces un pedido de más de 180 euros, ¡el envío es gratis!”, “Si compras ahora, te ahorrarás un 2’034 % en tu próxima visita.” Un email más. Tú. mándame un. solo. email. más.
10. Domingo por la mañana después una noche de fiesta. Compruebas la hora en el móvil. Las 12:38pm. Una notificación de Facebook: “Pepito Pérez te ha etiquetado en una foto”. Las 12:38pm. La hora del pánico.
11. Cuando por fin decides revelarle a un amigo tu canción secreta favorita, esa que descubriste en un rincón de Youtube tras una expedición musical. “Ah, sí. Ya la conocía. ¡Si la conoce todo el mundo! Es superfamosa”.
12. Cuando el universo decide que la expresión “sentar como un jarro de agua fría” debería ser más literal, y en mitad de tu ducha, justo cuando acabas de recubrirte en gel, las tuberías establecen una conexión directa con el Ártico. Ya comprendes un poco mejor de qué iba Frozen.
13. El momento en que te levantas del sofá después de varias horas frente al ordenador, y de repente DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ESTÁ TODO NEGRO? ¿ME ESTOY QUEDANDO CIEGA POR MALGASTAR MI VIDA FRENTE A LA PANTALLA? ¿ES ESO, SEÑOR? ¿PERO QUÉ CRUEL Y DESPROPORCIONADO CASTIGO ES ESTE? Ah, mira tú, que ya está. Que solo era la circulación ajustándose al cambio de postura. Pues visita al cuarto de baño, cojo algo de la cocina y de vuelta antes de que se enfríe el cojín.
14. Cuando tu serie o tu saga de libros favorita llega a su fin. Ni Kierkegaard ni Freud podrían analizar la profundidad de la crisis existencial en la que te encuentras sumergido. Ahora eres solo un náufrago a la deriva en este despiadado mundo inundado de sinsentidos.