1. Transforma tu casa en un búnker.
Tapia ventanas y puertas, instala fibra y compra doscientas latas de conservas. Quítale las etiquetas para hacer tus “vacaciones” más entretenidas. No olvides guardar contigo el cargador del móvil y un martillo. Puedes combinar esta solución con el punto 5.
2. Múdate a Argentina.
o algún país colindante de habla hispana ya que allí es Otoño. Si sabes hablar portugués aprovecha para disfrutar de las playas de Río y nunca, repito nunca, te emborraches y te pongas a pegar tiros en una favela.
3. Trabaja en el chino de tu calle.
¿Por qué? Porque tienen mascarillas que te salvarán de la debacle. ¿O esos eran los japoneses? Aunque suene racista, da igual. Tu objetivo primordial es salvarte. Sí, podrías simplemente comprar la mascarilla pero tal y como están las cosas conseguir un trabajo y sobrevivir a la primavera al mismo tiempo es mejor que comprar toallas en Portugal. Espera un momento, esto último creo que también es racista. Olvídalo y pasa al punto 5.
4. Quema los bosques colindantes.
Soluciona el problema de raíz. Si optas por esta solución, busca una coartada y habla primero con algún promotor inmobiliario.
5. Conviértete en Tony Montana.
Los antihistamínicos dan sueño, pásate a la farlopa y mantén tus fosas nasales obstruidas.
6. Haz del nudismo tu religión.
La ropa se impregna de todo tipo de sustancias. Es tu oportunidad para lucir ese alargamiento de pene que te hiciste en Benidorm. ¿O era un tatuaje?
7. Mírate al espejo y repite tres veces en voz alta “soy Frank Gallagher”.
Al estar las mucosas resecas tendrás sensación de sed, así que bebe como un condenado a muerte en una feria de pueblo. Si no te convence, vuelve a mirarte al espejo y pregúntate “¿qué me hace más feliz un vaso de agua o una cerveza / ocho chupitos de machaquito?
8. Compra la primavera.
Con la muerte del Rockefeller viejo, ha quedado demostrado que no se puede comprar la inmortalidad. ¿Pero alguien lo vio estornudar alguna vez? Seguro que la primavera está en venta.